Jesucristo ha dicho: “Quien quiera economizar su vida, la perderá;
y quien la gaste por Mi, la recobrará en el vida eterna”.
Pero a nosotros nos da miedo gastar la vida, entregarla sin reservas.
Un terrible instinto de conservación nos lleva hacia el egoísmo,
y nos atenaza cuando queremos jugarnos la vida.
Tenemos seguros por todas partes, para evitar los riesgos. 
Y sobre todo está la cobardía...


Señor Jesucristo, nos da miedo gastar la vida. 
Pero la vida Tú nos la has dado para gastarla;
no se la puede economizar en estéril egoísmo.
Gastar la vida es trabajar por los demás,
aunque no paguen; hacer un favor al que no va a devolver;
gastar la vida es lanzarse aún al fracaso, si hace falta, sin falsas prudencias;
es quemar las naves en bien del prójimo.
Somos antorchas que solo tenemos sentido cuando nos quemamos;
solamente entonces seremos luz.
Líbranos de la prudencia cobarde,
la que nos hace evitar el sacrificio, y buscar la seguridad.


Gastar la vida no se hace con gestos ampulosos, y falsa teatralidad. 
La vida se da sencillamente, sin publicidad, como el agua de la vertiente, 
como la madre da el pecho al niño, como el sudor humilde del sembrador.
Entrénanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible, porque detrás de lo imposible 
está tu gracia y tu presencia; no podemos caer en el vacío.
El futuro es un enigma, nuestro camino se interna en la niebla; 
pero queremos seguir dándonos, porque Tú estás esperando 
en la noche, con mil ojos llenos de lágrimas.

Señor de la Vida nos has dado el ejemplo,
nos enseñaste a amar hasta el extremo,
nos mostraste con tu vida lo que es vivir para los demás.
Ayúdanos a vivir el mandamiento del amor,
siguiendo tus pasos, tus opciones,
tu estilo y forma de amar.

Amar como Jesús, empezando por los más pobres,
por los excluídos del mundo,
por aquellos que a nadie le preocupan
pero sí le importan, y mucho, a nuestro verdadero Dios.

Amar como Jesús, sintiendo compasión activa por el otro,
comprometiéndose con el dolor ajeno,
haciéndose próximo al que sufre y está abandonado,
viviendo la solidaridad concreta
que nace de ver al otro como hermano.

 

Amar como Jesús, con paciencia y pasión,
con coraje y valentía, con gestos y actitudes,
de palabra y de obra, con la vida y con la entrega.

Amar como Jesús, recorriendo los caminos,
saliendo al encuentro, dando el primer paso,
denunciando lo que está mal,
anunciando lo que Dios quiere para todos,
mostrando con los actos
el rostro del Dios de la Vida y la Justicia.

Amar como Jesús,
en la práctica concreta y real de cada día,
amando en el hoy y ahora, amando a todos,
a través del servicio, la donación
y la entrega de lo mejor de cada uno
para el bien de los demás.

Marcelo A. Murúa

 

La sangre del justo y la del malvado
pasan por tu mismo corazón.

La espalda del que golpea y la que recibe el latigazo
son parte de tu mismo cuerpo.

En tus lágrimas lloran el dolor del bueno
y la confusión de su agresor.

Tu misma ternura abraza el rostro de tu madre María
y el del soldado que te clava.

En tu corazón no hay excluidos, en tu cuerpo todos cabemos,
en tus lágrimas todos lloramos, en tu ternura todos existimos.

¡Déjame entrar contigo, Señor, en tu misterio,
y vivir en el hogar de tu pasión donde reconcilias lo imposible!

(BENJAMÍN G. BUELTA, s.j)

YO, PECADOR

Señor, cuando me encierro en mí, no existe nada:
ni tu cielo y tus montes,  tus vientos y tus mares;
ni tu sol, ni la lluvia de estrellas.


Ni existen los demás ni existes Tú, ni existo yo.
A fuerza de pensarme, me destruyo.
Y una oscura soledad me envuelve,
y no veo nada y no oigo nada.

Cúrame, Señor, cúrame por dentro,
como a los ciegos, mudos y leprosos,
que te presentaban.
Yo me presento.

Cúrame el corazón, de donde sale,
lo que otros padecen
y donde llevo mudo y reprimido             
el amor tuyo, que les debo.
Despiértame, Señor, de este coma profundo,
que es amarme por encima de todo

Que yo vuelva a ver, a verte, a verles,
a ver tus cosas, a ver tu vida,  a ver tus hijos...
Y que empiece a hablar,  como los niños  -balbuceando-,
las dos palabras más redondas de la vida: 
¡PADRE NUESTRO!

(Ignacio Iglesias, sj)

 

Pequeño brillante que
bajo la globulosa forma
centellea entre la selvática espesura
con tu cristalina silueta
eres silvestre lente sin par

Odres milenarios has llenado
y gargantas sedientas has colmado
de entre las nieblas de la parda historia
con luces y salmodias te derramas
cuando bajas al bautizo.

Quien podrá amar mas el rugir del torrencial rio 
que brama en las oscuras noches, sino aquel 
que conociendo la sed con que bebe el otro
sabe distinguirte gotita, formando parte 
de la dulzura tierna en la pulpa de un durazno!