“Nuestra historia comienza en el corazón amoroso de Dios Uno y Trino. A partir de la comunión amorosa del Padre, del Hijo y del Espíritu surge la creación. El amor es al mismo tiempo, un movimiento hacia adentro de profunda comunión y hacia fuera para invitar a otros a entrar en esa comunión.

En la plenitud de los tiempos el Autor de la Vida entró en la historia. En la fuerza del Espíritu, Jesús proclamó el Reino de Dios y llamó a todos a la amistad con Dios Uno y Trino. Con sus palabras y sus obras, invitó a volver a la comunión a aquellos que, de alguna u otra manera, habían sido excluidos de ella o relegados a las periferias. Él salió al encuentro de todos, pero especialmente, de los pecadores, los pobres, los enfermos, las mujeres y las personas de otros credos. Él vivió la Buena Nueva que proclamó en sus historias y parábolas. Nadie es excluido del Reino de Dios!

Cuando Jesús quiso circunscribir su ministerio a sus hermanos judíos, el poder transformador del Espíritu lo impulsó a ampliar su conciencia. Este Espíritu desafió también a la iglesia naciente a compartir la Buena Nueva más allá de las fronteras de su religión y cultura.

El mismo Espíritu infundió en nuestra Generación Fundadora el deseo ardiente de ir más allá de sus propios horizontes, al encuentro de los pueblos para compartir con ellos el don más sublime: el amor inclusivo de Dios. La entrega total a la misión y la convicción en su visión, los sostuvo en las dificultades, les permitió tomar decisiones audaces y sobrellevar los sacrificios con alegría. La audacia que los caracterizó sigue inspirándonos hoy.

Como SSpS, continuamos hoy la historia iniciada por nuestra generación fundadora. La historia del Dios Amor, desde el principio de los tiempos, necesita ser narrada siempre de nuevo—con nuevas palabras, en nuevas vidas. En este 14º Capítulo General experimentamos que el Espíritu, protagonista de la misión, nos llama a ser “sus cómplices” en la tarea de atraer a todos a una comunión más profunda con y en Dios. Hemos de ser la Buena Noticia que proclamamos. El Espíritu nos impulsa a la conversión para una comunión más profunda con Dios, con los otros y con toda la creación. En este sentido, la justicia, la paz y la integridad de la creación no son simplemente algo que hacemos, más bien constituyen el corazón de nuestra vocación religiosa misionera a la comunión” (Intr. Direcciones del 14º Capitulo General).

PRIORIDADES

HACIA LA COMUNIÓN—AMPLIAR EL CÍRCULO

COMUNIÓN CON DIOS

Cultivamos la relación personal con Dios Uno y Trino, fuente y centro de nuestra vida y misión. Valoramos nuestro nombre, Hermanas Misioneras Siervas del Espíritu Santo, que expresa e impulsa nuestra espiritualidad y carisma misionero.

COMUNIÓN CON LOS MARGINADOS Y LOS EXCLUIDOS

Las necesidades de nuestro mundo son abrumadoras y en constante cambio. Nuestro carisma nos llama a servir a aquellos que más necesitan de la Buena Nueva del amor inclusivo de Dios. Sus historias se convierten en nuestras historias y nuestra historia no puede contarse sin la de ellos. Nos comprometemos a un discernimiento permanente de nuestras prioridades con la mirada del Buen Samaritano: él supo cuándo detenerse en el camino para ayudar y, en el momento oportuno, confiar la persona herida al cuidado de otros. En nuestro contexto diverso y global, la pobreza, la exclusión y la privación asumen múltiples expresiones. Jesús responde a la pregunta: “¿Quién es mi prójimo?” con una historia, no con una definición.

COMUNIÓN CON LA CREACIÓN

Hemos crecido en la comprensión de que toda la creación y la vida está interconectada y refleja el amor de Dios Uno y Trino. El Espíritu nos ha enseñado a ver que nuestra misión de compartir “vida en plenitud”, no abarca sólo a todas las personas, sino también a toda la creación. Somos conscientes de que la Madre Tierra ha sido violentada y privada de su dignidad. Si ella sufre, sufre la vida.

COMUNIÓN AL INTERNO DE NUESTRA CONGREGACIÓN

La humanidad expande su conciencia a horizontes globales. A la vez, muchos pueblos encuentran dificultad para mantener su propia identidad cultural y su soberanía nacional. Nuestra interculturalidad, como SSpS, es una expresión de los muchos rostros del Espíritu. En nuestra vida comunitaria experimentamos, a la vez, las riquezas y los desafíos de la interculturalidad e intergeneracionalidad.

· Nuestra formación hoy, inicial y permanente, nos exige apertura a cambios de paradigmas en la expresión de nuestra vida consagrada, la vida comunitaria y los estilos de liderazgo. Las estructuras Congregacionales y los estilos de liderazgo deben facilitar la comunión y la participación. Experimentamos la importancia del discernimiento comunitario y el liderazgo participativo. Asimismo, colocar a los pobres en el centro de nuestras opciones, nos lleva a interpelarnos sobre el modo en que tomamos las decisiones, la forma en que llevamos a cabo nuestros apostolados y la manera en que disponemos de nuestros recursos humanos y financieros.

COMUNIÓN CON LOS DEMÁS

El movimiento hacia la globalización y planetización está modificando nuestros modelos de colaboración y comunicación. Animados por el mismo Espíritu, estamos llamadas a unir esfuerzos con los laicos en la misión y con quienes pertenecen a otras organizaciones, culturas y religiones. Nuestros esfuerzos por promover la comunión universal quedarían incompletos si no construimos puentes de amistad con las personas de otras creencias. Compartiendo nuestras historias descubrimos al Dios de muchos nombres y rostros.

(Insertar imagen por cada apartado)