Encontrándome con algunas jóvenes, me preguntaban como hice para ser Misionera Sierva del Espíritu Santo. Me imagino que a ti, también puede interesarte la respuesta a ésta pregunta.
Pues bien, quiero compartirte que toda opción implica un camino a desarrollar. Si quieres ser médico, ingeniera, profesora, cheff... todo conlleva un tiempo de preparación en conocimientos y habilidades que te permitan alcanzar lo que te has propuesto: ser profesional en determinada área. Incluso si se sientes llamad@ al matrimonio, necesitas tiempo de preparación: conocer al otr@, en diversos aspectos, ver si pueden vivir juntos, si comparten ideales e intereses, etc...
Pues bien, la vida religioso misionera, vocación que reconocemos como don de Dios, también implica un período de preparación para cada una de las personas que desean unirse a nuestra familia misionera. Este tiempo lo llamamos proceso de formación.
Me preguntabas, ¿en qué consiste este proceso de formación?
Este es un tiempo prolongado, que se inicia ya antes de ingresar a la comunidad religioso misionera. Se inicia con el compartir con alguna hermana o comunidad de hermanas en que se te ofrece tiempo para ir conociéndonos y conociéndote. Ir precisando tus sueños, inquietudes, posibilidades, profundizando la relación con la persona de Jesús, haciendo experiencias de solidaridad y de escucha hacia los que están solos, abandonados o han perdido el sentido de sus vidas; compartiendo con otras jóvenes la vida en común y la alegría de la experiencia de fe que se nos ha regalado en diversas celebraciones litúrgicas.
Estas experiencias se van profundizando en la medida en que cada una descubre ésta llamada a responder a Jesús y su misión, ya sea con experiencias de misiones o de servicios en el trabajo pastoral ya sea con niños, con jóvenes o adultos. Todo este tiempo que puede ir de un año a tres años, lo llamamos Pastoral Vocacional. Un servicio a los jóvenes para que se planteen sus sueños, su sentido de vida y descubran a que Dios los llama en su vida hoy?
Seguido a esta etapa. el proceso continua con lo que llamamos pre-noviciado o postulantado (1 o 2 años) en que la joven que se siente atraída por el carisma y espiritualidad de nuestra congregación, decide ingresar a hacer la experiencia en la comunidad de las Misioneras. Un tiempo que favorece la profundizacion de la fe y la maduración junto a otras, de los ideales que nos mueven. Ya no solo se mira desde fuera y ala distancia, sino que como los discipulos, se viene para ver y practicar lo que se quiere vivir.
Posteriormente, se continua con el Noviciado (2 años), tiempo que marca un nuevo paso en la entrega. La joven ya ve con mayor claridad que Dios la llama a nuestro estilo de vida y decide, ir a lo profundo de la experiencia de encuentro con Jesús en la fuerza de su espíritu y al mismo tiempo, conocer las raíces y los relatos de la vida de quienes han sido los pioner@s en este camino: nuestra generación fundadora y hacer vivencia de lo que significa ser una misionera Sierva del Espiritu Santo.
Llegamos asi, a la Profesión temporal ¿qué significa esto? Pues, que terminado el noviciado, he decidido y la comunidad ha decidido que puedo ser una Misionera y que por ende, hago un compromiso de castidad, pobreza y obediencia dentro de la comunidad por un año. Esto lo seguire renovando por 6 años a lo menos. Un tiempo para afiatar mi opción y para prepararme también profesionalmente para el servicio a los demás, si es que ya no he ingresado con una profesión. Es el tiempo en que desarrollo mi ser Sierva del Espíritu Santo, lo que puedo realizar en el país donde vivo o puedo hacerlo como experiencia en otro país de misión.
La Profesión Perpetua, está precedida de un tiempo de formación intensiva. Ello implica nuestro compromiso definitivo con Dios Uno y Trino dentro de nuestra comunidad religiosa. Nos hacemos disponibles para la congregación quien en dialogo con cada una, escuchando sus inquietudes, intereses y potencialidades con que cada una se presenta, decide el envío misionero. Esto es ser enviada a compartir la Buena Nueva a otro pueblo, en otro país y muchas veces donde se habla otra lengua. Allí sigue nuestro proceso de formación junto a quienes fuimos enviados, de modo de "me hecho todo para todos" como parafraseaba San Pablo (1 Co 9,22).
Durante nuestra vida de discipulas misioneras estamos constantemente desafiadas a permancer abiertas y atentas al acontecer de la historia, a escudriñar por donde pasa Dios en los acontecimientos hoy, qué necesitamos compartir para seguir construyendo un mundo donde todos podemos sentarnos a la mesa, donde no haya excluidos, donde exista justicia, misericordia, alegría, paz y amor.... seguimos nuestro proceso de permanente formación.
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