Padre misericordioso, en este día que por el regalo de tu Espíritu nos constituye en comunidad, en Iglesia seguidora de las huellas de Jesús;
en este día, nos invitas a reconocer donde permanecemos con las puertas cerradas y nos animas a recibir tu paz y alegría, a ir al encuentro de los demás ofreciendo el perdón y liberando lo que tenemos atado.
En este día, por tu Espíritu, haz que venga Jesús y se quede en el centro de nuestro corazón para arrojar afuera todo miedo y oscuridad;
que venga tu Espíritu como fuego de amor, que ilumina, inflama, funde y purifica nuestra vida;
que venga tu espíritu como agua viva que salta hasta la vida plena, que quita toda sed, limpia, renueva y hace brotar la vida nueva;
que venga tu Espíritu como el viento impetuoso y suave al mismo tiempo, soplo de tu voz y de tu respiro que nos moviliza, nos anima y nos transforma;
que venga tu Espíritu como paz, esa paz que nuestro corazón anhela y que colmados de tu alegría, nos lleve de nuevo a la vida, a nuestro acontecer cotidiano, animándonos a ser testigos de tu amor, perfume de Cristo allí donde somos enviados/as.