Padre misericordioso, en este día que por el regalo de tu Espíritu nos constituye en comunidad, en Iglesia seguidora de las huellas de Jesús;

en este día, nos invitas a reconocer donde permanecemos con las puertas cerradas y nos animas a recibir tu paz y alegría, a ir al encuentro de los demás ofreciendo el perdón y liberando  lo que tenemos atado.

En este día, por tu Espíritu, haz que venga Jesús y se quede en el centro de nuestro corazón para arrojar afuera todo miedo y oscuridad;

que venga tu Espíritu como fuego de amor, que ilumina, inflama, funde y purifica nuestra vida;

que venga tu espíritu como agua viva que salta hasta la vida plena, que quita toda sed, limpia, renueva y hace brotar la vida nueva;

que venga tu Espíritu como el viento impetuoso y suave al mismo tiempo, soplo de tu voz y de tu respiro que nos moviliza, nos anima y nos transforma;

que venga tu Espíritu como paz, esa paz que nuestro corazón anhela y que colmados de tu alegría, nos lleve de nuevo a la vida, a nuestro acontecer cotidiano, animándonos a ser testigos de tu amor, perfume de Cristo allí donde somos enviados/as.

 

"La paz este con ustedes... Como el Padre me ha enviado, yo también os envío a ustedes. Y sopló sobre ellos..."

 

La vida del Resucitado, como hemos experimentado estos días, es una realidad que se manifiesta sin grandes anuncios, ni ruidos. Se realiza en el silencio dejando desconcertados a quienes van a buscarlo entre los muertos.  Su presencia resucitada nos trae alegría, paz, nueva vida; signos de la potencia discreta e irresistible del Espíritu que El sopla entre los suyos para fortalecernos en el envío que nos hace, de seguir anunciándolo Hoy en medio de los diversos acontecimientos que nos rodean.

 

Asi que la celebración de la Fiesta de la Pascua de Resurrección de Jesús, acontecimiento que nos alegra y nos reanima la esperanza, nos impulse a seguir nuestro discipulado misionero comprometidas con la vida y al servicio de la paz, dejando que ésta experiencia se haga nuevamente vida constantemente en nuestra vida cotidiana. ¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCION!

 

 

Celebramos el día de la mujer:

Celebramos a tantas mujeres que en silencio se sacrifican por sembrar semillas para un mundo nuevo!

Celebramos a tantas mujeres que generosamente donan su vida, su tiempo a otros/as para que en ellos crezca la vida!

Celebramos a tantas mujeres que desarrollan sus talentos y colocan sus capacidades al servicio del bien común!

Celebramos la belleza peculiar de tantas mujeres que caminan por nuestras calles y embellecen el paisaje!

Celebramos a la mujer, a tí, a mí y a cuantas nos acompañan en el discipulado de Jesús, Misionero de la Vida.

¡Feliz día de la mujer!

 

 
Poema sobre Evangelio de Juan Cap. XX

 
 

Amanece la gloria

en el umbral abierto a la esperanza.

La Voz se manifiesta

como las Escrituras anunciaban.

María Magdalena

absorta le contempla y Él le manda

llevar a sus amigos

la Verdad revelada en sus palabras.

Dos discípulos quieren comprobarlo,

en el suelo, ordenada, la mortaja,

signo de la Resurrección,

y a uno de ellos se le conmueve el alma.

Se reúnen, por miedo, en el Cenáculo,

con las puertas cerradas

Al atardecer de aquel glorioso día,

el primero de la feliz semana,

se aparece Jesús a sus discípulos,

en el lugar en el que se encontraban.

Saluda con la Paz

y les muestra las manos taladradas

y su costado hendido

por la última lanzada.

Les envía a cumplir con la misión.

El Espíritu Santo les inflama.

Les da el poder de perdonar pecados.

Tomás, que era discípulo, no estaba,

no creería sin ver

lo que sus compañeros le narraban.

Ocho días después,

Jesús dijo a Tomás que comprobara.

Tomás tocó y creyó.

Señor mío y Dios mío, es la plegaria

que pronunció el incrédulo

por la gloria que ante él se desvelaba.

Las almas que, sin ver, en Él confían

son bienaventuradas.

 

Emma-Margarita R. A.-Valdés