Viajar hacia Ti, Señor, eso es vivir. Partir es un poco morir; llegar nunca es llegar definitivo hasta descansar en Ti. Tú, Señor, conociste la migración, y la hiciste presente a todo hombre que comprende qué es vivir y quiere llegar seguro al puerto de la vida. Tú sacaste de su tierra a Abraham, padre de todos los creyentes. Tú recordaste cuáles eran los caminos para llegar a Ti, por los profetas y los apóstoles. Tu mismo te hiciste migrante del cielo a la tierra en el seno de tu Madre, apenas concebido, en tu precipitada fuga a Egipto, por los caminos sembrando el Evangelio, multiplicando el pan, sanando los enfermos y regresando al Padre en tu ascensión. Concédenos fe inconmovible, esperanza confiada y alegre, caridad ardiente y generosa, para emigrar con paz en el alma y llegar hasta Ti cada día, y el último día. Amén. (Mons. Francisco Valdés S.) |