“Como miembro de la Congregación Misionera de las Siervas del Espíritu Santo, he dejado mi patria – Paraguay, para compartir los ideales y los compromisos evangélicos de mi familia religiosa con los específicos grupos sociales, es decir, la opción y el acompañamiento a los desplazados, migrantes y refugiados.
Sudán del Sur es un país super emblemático, sufrido, complejo e interesante. Por un lado, es un país muy rico en diversidad cultural, vegetación y recursos naturales, sin embargo, está sumergido en la pobreza y con muy poca posibilidad de superar dicha situación. El focus de la cuestión está en el ámbito político, pero que, afortunadamente no lo podré describir con amplitud, porque aquí se trata de “sobrevivir” en medio de un abanico de cuestiones muy complejas y constantes, particularmente la inseguridad y la posibilidad de contraer y cargar con las consecuencias de un sinfín de enfermedades que podrían ser superadas con un poco de esfuerzo e interés social, la falta de medicamentos y alimentos básicos, la pésima situación de los pocos caminos, etc.
Sin embargo, los sueños de paz, seguridad, armonía y estabilidad en todos los órdenes y ámbitos sociales es constante, aunque también hay que admitir que mucha gente está viviendo aquí porque no tienen cómo salir del país; ante esta realidad, no pueden entender la presencia de extranjeros voluntarios y misioneros apostando por un país más justo y fraterno.
Particularmente, estoy en un campamento de “desplazados” donde viven alrededor de 7.000 personas, todos pertenecientes al Pueblo llamado Zande. Debido a los conflictos étnico – políticos de los últimos años, este grupo de familias han abandonado sus casas y lugares propios y están obligados a vivir debajo de las carpas a cambio de un poco de paz y seguridad, los cuales tampoco son siempre posibles, pero viviendo asolados en los bosques, al interior de sus familias extensas, sin ninguna protección, es totalmente entendible la forzada opción de vivir en una situación de extrema aglomeración y muy dependientes de la protección y ayuda de las organizaciones privadas y eclesiásticas.
Nuestra Congregación es miembro de la ONG “Solidaridad con Sudán del Sur”, por lo tanto, mi presencia en este país y concretamente con los Zande es a través de esta organización inter-congregacional, intergeneracional e inter-género o mixto. Tratamos de ser una presencia viva de los sueños, ideales y proyecto de Vida de Jesús que vino al mundo a traer Vida y Vida en Abundancia (Jn. 10,10), siendo hermanas/os y aliados de la realidad cotidiana de los Zande en el campamento. Compartimos sus incertidumbres, penurias, como también sus sueños de una vida digna, humana y armónica.
Todos los días, tal como lo hacen los Zande, salimos a enfrentar esta vida sumergida en un mundo de inseguridad y mucha complejidad, compartiendo con ellos nuestros humildes servicios a través de la educación, generación de ingresos económicos mediante un proyecto de agricultura sostenible, el cuidado de la salud, atención especial a los ancianos, niños y enfermos de las diferentes carpas, proveyéndolos de lo necesario para vivir, como alimentos, medicamentos, utensilios básicos y algunas comodidades más urgentes como carpas, colchones, frazadas, incluso con la construcción de sus pequeñas casas tradicionales llamadas Tukul, esto especialmente para los ancianos y enfermos, ya que es infernal vivir tirados en el suelo debajo de esas carpas, ya sea por el intenso calor o las constantes lluvias que empeoran la delicada situación de su salud. Y por esas cosas de la vida, yo estoy humildemente colaborando en todas estas áreas, tratando de ser una verdadera hermana y fiel aliada de este sufrido pueblo, así estoy todo el tiempo corriendo, hablando, escuchando e incluso llorando con ellos y por sobre todo, aprendiendo constantemente con y de ellos. Realmente siento mucho cariño por ellos y ni qué hablar del inmenso afecto que me tienen.
Para completar mis días de la semana, todos los domingos voy a un campamento de los Congoleses, ellos son “refugiados”, pero de la misma familia étnica, además comparten las mismas penurias, inseguridad e incertidumbre; estar con ellos compartiendo sus reuniones, oraciones, comidas, danzas, etc., es un gran privilegio para mí como misionera.
Finalmente, a veces para olvidar un poco nuestras penas, stress, tensión e impotencia ante la realidad que nos toca vivir, organizamos una gran fiesta comunitaria y allí vamos todos a comer lo poco o mucho que tenemos, a bailar al estilo y ritmo africano y a compartir de corazón nuestras alegrías, a celebrar nuestras esperanzas y a fortalecer nuestros sueños de un Sudán del Sur donde se viva con aire de paz justica y digniidad.
Experiencia de nuestra Hna. Raquel Peralta, SSpS en Sudán del Sur