Compartimos con ustedes la predica del Provincial de los Jesuitas, en la Misa realizada por CONFERRE en solidaridad con la situaciòn Mapuche.
"Queridos Hermanas y Hermanos,
Con ocasión del bicentenario de la independencia de nuestro país nuestros obispos pidieron que bajo ciertas condiciones se diera un indulto a hermanos y hermanas que viven privados de su libertad. La reacción que tuvimos como sociedad ante esta petición explicitó que la compasión y solidaridad que experimentamos en torno al terremoto no alcanza para aquellos hermanos nuestros que privados de su libertad viven hacinados, en condiciones poco dignas y denigrantes en distintas cárceles.
Un par de semanas atrás nos conmovimos al descubrir, contra toda esperanza, que los mineros atrapados bajo tierra en la mina San José estaban con vida. Celebramos confiamos en que situaciones como esta nos comprometerán a revisar las condiciones laborales en que trabajan muchos de nuestros hermanos."
Al día siguiente de este acontecimiento el diario la Cuarta junto a la foto del rostro de uno de los mineros titulaba: “Dios nos ha mirado con estos ojos”. Se hacía eco de un pueblo creyente que reconocía en la mirada de un minero atrapado bajo tierra la mirada de su Señor, el Dios de la vida, para quien todos son hijos de igual dignidad. El diario popular se nos adelantó en reconocer al Dios que se hace presente y nos mira en los marginados y excluidos de nuestra sociedad.
Esta tarde nos han invitado a un tiempo de ayuno y oración. Quienes nos convocaron nos recuerdan que existen demonios y males muy profundos que para enfrentarlos se requiere del ayuno y la oración. Para nosotros cristianos, religiosos y religiosas, la situación de los comuneros Mapuches es un signo grave y extremo de la situación que enfrenta el Pueblo Mapuche. La histórica marginación, discriminación y olvido del Pueblo Mapuche, sumado a la desconfianza que experimenta, es para nosotros un llamado a procurar estar más cerca de los pueblos originarios, aprender de ellos, escuchar y dialogar permanentemente, y aprender cómo Dios se ha revelados a ellos, con su lenguaje y sus formas.
Al mismo tiempo que celebrábamos encontrar a los mineros con vida muchos de nosotros no asumíamos la gravedad de la situación de los comuneros. Podíamos reconocer al Dios que nos miraba en la esperanza de vida que transmitían los ojos del minero pero no teníamos la capacidad de reconocer al Señor en la cruz de estos hermanos nuestros para quienes la huelga de hambre era el último recurso para llamar nuestra atención ante la injusticia que se cometía con ellos. No son palabras livianas las que dicen nuestros obispos al pedir “justicia y paz con el Pueblo Mapuche”.
“Paremos este vía crucis” es el llamado que hemos recibido y que nos ha convocado esta tarde. Reconocemos al Señor cargando su cruz en la vida de estos hermanos en huelga de hambre y en la historia de marginación de su pueblo, esto nos conmueve y nos indigna. Queremos que la huelga de hambre termine. 65 días es ya demasiado tiempo. La muerte ronda, su deterioro físico, biológico, psicológico es grave. La caridad de Cristo nos urge, paremos este vía crucis.
Queremos clamar, queremos orar, queremos poner los medios a nuestro alcance para que se pare el vía crucis de quienes están en huelga de hambre, de sus familiares y de sus amigos. El vía crucis de Mapuches detenidos y que están siendo juzgados injustamente. Sin eufemismos decimos que la aplicación de la justicia militar en estos casos es una injusticia y que la aplicación de la ley antiterrorista es otra injusticia. Como país nos avergüenza que haya sido necesaria esta huelga de hambre para modificar estas leyes y su aplicación.
Queremos que se pare el vía crucis de un pueblo ignorado, negado, no escuchado. El vía crucis del desprecio, de la burla, del desconocimiento, de la falta de respeto… El vía crucis de quienes no son reconocidos como pueblo y cuya cultura no es valorada como una riqueza para este país. De quienes vieron como en nombre de la pacificación de la Araucanía se ocupaban militarmente sus tierras.
Se trata de un vía crucis con muchas estaciones, con muchas caídas, con muchas coronas de espinas. El rostro del crucificado tiene muchos rostros en este caminar de un pueblo cargando la cruz. Como el Cireneo queremos no sólo acompañar a este pueblo sino que cargar con ellos su cruz. Ante la cruz y el crucificado, ante los crucificados, no da lo mismo cual es nuestra actitud, donde nos ponemos, cuales son los pasos que nos sentimos movidos a dar.
Por ello nos alegramos de que Monseñor Ezzati este asumiendo un rol que facilite el dialogo entre el gobierno y los voceros de los comuneros. Nos alegra que por fin parece que se estén poniendo los medios para que nuestros hermanos puedan poner fin a la huelga de hambre que puede terminar en una tragedia, que por fin se acoge la demanda de quienes no piden no ser juzgados, sino ser juzgados con justicia.
El Señor que nos invitó a consagrar la vida al anunciar su Reino en la Sinagoga de Nazaret proclamo su misión: “dar una buena noticia a los pobres, anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, poner en libertad a los oprimidos, proclamar un año de gracia.” Parar este vía crucis supone para cada uno de nosotros acoger esta misión a la que consagramos la vida. El Señor nos señala la misión y el camino para realizarla.
Cada uno de nosotros como consagrados estamos llamados a mirar la situación que enfrentamos como país en relación con los pueblos originarios, a ponernos ante la huelga de hambre de los comuneros mapuches, y comprometernos con la causa de los que siguen viviendo en la exclusión en ese país que celebra su bicentenario, al modo que él nos señaló en la Sinagoga de Nazaret. Somos llamados a comprometernos y colaborar para que no se repita la injusticia y la exclusión que están a la raíz de la tragedia que hoy nos conmueve.
Las palabras del Señor en la Sinagoga y las del profeta resuenan en nuestros corazones. “Dirás a los prisioneros ‘salgan’, a los que están en la oscuridad ‘salgan a la luz’. A lo largo del camino pastaran y nos les faltará el pasto ni en los cerros pelados. No padecerán hambre ni sed, y no estarán expuestos al viento quemante ni al sol; pues el que se compadece de ellos los guiará y los llevará hasta donde están las vertientes de agua”
Que esta palabra se haga vida para todos en nuestra tierra. Que haya un lugar para todos en la mesa.
Y que nosotros colaboremos para que esta palabra sea fuente de vida para nuestros hermanos en huelga de hambre. Al Dios de la vida sea la alabanza y la gloria por los siglos de los siglos.
Amen
Eugenio Valenzuela SJ
Iglesia San Francisco
14 de Septiembre de 2010