PENTECOSTÉS, la fiesta del Espíritu de la promesa. Jesús no nos deja

huérfanos!

 

La experiencia del Espíritu no es una vivencia al margen de nuestra vida

cotidiana. De hecho, en los textos biblicos encontramos la afirmación de

que El Espíritu nos ha sido concedido en una pluralidad de dones,

comenzando por nuestra propia existencia.

 

El Espíritu ya ha venido, ya actúa, ya vive en nosotros. Nos estamos

moviendo en su Espíritu. Está ahí desde antes de la creación del mundo:

intervino en ella, la anima y la sostiene en el ser. La Ruah, como también

se nombra al Espíritu, está presente, vivifica y mueve las cosas, es el alma

de los pequeños gestos que nos unen, es la fuerza que en nosotros nos

impulsa a vivir como hermanos/as. Es una fuerza que no nos obliga, sino

que respeta nuestra libertad. El Espíritu llena de dones nuestra vida y nos

invita a ser dóciles a sus insinuaciones emergentes en nuestro caminar

histórico que nos ponen ante la posibilidad de regalar lo que hemos recibido.

 

 

 

Necesitamos aprender a ser dóciles al Espíritu: aquietar nuestra mente

llena de ideas, sosegar nuestros deseos insaciable, sumergirnos en la vida

y escuchar hacia donde va la corriente de la vida en nuestra existencia y

en la vida que voy construyendo con quienes me rodean o me son

confiados por mis trabajos, servicios y/o tareas. 

 

 

Estamos en un tiempo en que somos invitados/as a permanecer atentos/as,

en vigilia, a la espera de su manifestación. Nos preparemos a esta fiesta

dejando espacio a su acción, desde una presencia contemplativa ante los

acontecimientos que nos revelan el mundo de posibilidades que tenemos

para hacer de este mundo una casa donde todos/as podemos convivir

como hermans/as.

Reconocer al Otro/a como un semejante que es amable por si mismo es

un regalo del Espíritu. De ahí que la experiencia del Espíritu nos moviliza a

abrirnos al otro/as, a correr el riesgo del encuentro que nos transforma en

la convivencia que vamos realizando junto a otros diversos a nosotro/as.

El Espíritu que habita en nosotros/as sostiene nuestro sentirnos

peregrinos/as y nos capacita para seguir sedientos en la búsqueda de la

Vida Plena que constantemente nos coloca ante nuevas oportunidades

de desarrollar los dones que cada uno/a ha recibido.  

Disfrutemos esta fiesta reconociendo los dones y posibilidades

que tenemos para AMAR!