No te auguro de lograr cada uno de tus proyectos,
si la capacidad de recibir y acoger
en tu corazón y en la vida, día tras día,
paso tras paso, el amor de Dios
que da sentido a la existencia.
No te auguro de no sufrir algún fracaso,
si la capacidad de acoger
como un don inmerecido,
la fuerza que te permite permanecer en pie
a pesar de la pesada carga que llevas.
No te auguro días pacíficos,
si la capacidad de dejarte perturbar de los demás
y de acoger al diverso como un enviado de Dios.
No te auguro de encontrar
respuesta a cada pregunta,
si la sabiduría de saber recibir
las interrogantes de los demás, sus búsquedas,
sus alegrías... y de llevarlas dentro de ti;
de acoger sus penas, sus conflictos sin soluciones
y de permanecer al lado de ellos,
como un hermano portador de paz,
de ternura, de esperanza y fraternidad.
Que la Gracia de Dios
te inunde en tu caminar por la vida
hoy y siempre.