Ya llega el DIA UNIVERSAL DE LAS MISIONES!
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Queridos hermanos y hermanas,
este año celebramos Domingo Universal de Misiones mientras se clausura
el Año de la fe, ocasión importante para fortalecer nuestra amistad con el
Señor y nuestro camino como Iglesia que anuncia el Evangelio con valentía.
En esta prospectiva, querría plantear algunas reflexiones.
1. La fe es un don precioso de Dios, el cual abre nuestra mente para que lo
podamos conocer y amar, Él quiere relacionarse con nosotros para hacernos
participes de su misma vida y hacer que la nuestra esté más llena de
significado, que sea más buena, más bella. ¡Dios nos ama! Pero la fe,
necesita ser acogida, es decir, necesita nuestra respuesta personal, el
coraje de poner nuestra confianza en Dios, de vivir su amor, agradecidos
por su infinita misericordia. Es un don que no se reserva sólo a unos pocos,
sino que se ofrece a todos generosamente. ¡Todo el mundo debería poder
experimentar la alegría de ser amados por Dios, el gozo de la salvación!
Y es un don que no se puede conservar para uno mismo, sino que debe ser
compartido. Si queremos guardarlo sólo para nosotros mismos, nos
convertiremos en cristianos aislados, estériles y enfermos. El anuncio del
Evangelio es parte del ser discípulos de Cristo y es un compromiso constante
que anima toda la vida de la Iglesia.
«El impulso misionero es una señal clara de la madurez de una comunidad
eclesial» (Benedicto XVI, Exhort. ap. Verbum Domini, 95). Toda comunidad
es “adulta”, cuando profesa la fe, la celebra con alegría en la liturgia, vive
la caridad y proclama la Palabra de Dios sin descanso, saliendo del propio
ambiente para llevarla también a los “suburbios”, especialmente a aquellos
que aún no han tenido la oportunidad de conocer a Cristo. La fuerza de nuestra
fe, a nivel personal y comunitario, también se mide por la capacidad de
comunicarla a los demás, de difundirla, de vivirla en la caridad, de dar
testimonio a las personas que encontramos y que comparten con nosotros
el camino de la vida.