¿Qué destacaría de Santo Tomás, desde el punto de vista de la teología, para el mundo de hoy?

Si bien Sto. Tomás no es el teólogo más leído en el tiempo postconciliar, aporta, sin embargo, unas luces sorprendentes en medio de la oscuridad del mundo de hoy. Quisiera destacar algunos aspectos relevantes desde la Teología para el contexto de pandemia, que iluminan la situación del ser humano, cuya vulnerabilidad corporal reclama, de modo dramático, al espíritu, comprendido por Tomás como anticipado por el Espíritu Infinito.

 La situación dramática del espíritu humano en cuanto ser en el mundo

La situación dramática del espíritu humano en cuanto ser en el mundo se origina en la estructura fundamental del ser finito no subsistente y su relación con el Ser eterno subsistente en cuanto el ser no existe en sí, sino solo a través de los seres, siendo el ser la «imagen de la bondad divina» -De ver 22. De ahí que el ser humano en cuanto espíritu finito trasciende hacia el fin último de su existencia, anticipado por el Espíritu Infinito. Esto le permite dejar entrar en sí lo otro, el mundo, haciéndose lúcido él mismo para sí mismo desde el sustrato de su cuerpo, cuya forma es el alma -conocido axioma de relevancia  para tantos afectados por el Cov-19, pero también para la relación varón mujer -Edith Stein. El espíritu encarnado se erige, pues, ante la singularidad propia y la del otro, reconociendo su dignidad, pero distanciándose del mundo, cuando este le amenaza por el desvío de su finitud hacia el desdoblamiento sobre sí mismo. La relación del espíritu con el fin último de su existencia entonces se constituye, de modo dramático, en cuanto tentado por el mal.

El espíritu humano finito se comporta como infinito por medio del mal

La cuestión del mal, problema más oscuro entre todos los problemas filosóficos oscuros -De veritate 24, 7, evoca aquella actualidad que entraña la nada, que lleva consigo como posibilidad que atraviesa la plenitud. La nada, entonces, no es una negatividad ab-soluta ni relativa, sino una profundidad, que Balthasar califica -a diferencia de Heidegger- como positiva, posibilitada por un origen más allá de lo absoluto, según Tomás.

En efecto, el espíritu finito nunca se pertenece totalmente, de modo actual como el infinito. Pero esta imposibilidad es la constitución del espíritu finito o la infinitud finita. Esta constitución extremadamente dialéctica del espíritu finito,  nos muestra el límite no en contra de una creatura con respecto a otra creatura superior, sino el límite absoluto de ser creatural en su forma espiritual máximamente posible, es decir, en contra del ser increado divino. Un tal límite tiene que ser de otra naturaleza que cualquier otro límite del ser finito.

El espíritu finito puede llegar, sin embargo, a la intuición interna, de pasar encima de estos abismos de la infinitud, que constituyen el horizonte de sus deseos, al ponerse infinito, siendo finito, para realizarse, de modo total e ilimitado, por sí solo y sin límites. Cabe preguntar con Bernard Welte: ¿No cae desde este punto, hacia el cual nos lleva Tomás, no sólo luz sobre la posición de Nietzsche, sino también sobre aquellos intentos infructuosos de un humanismo cerrado, que intenta lograr la perfección del hombre y superación de sus problemas acuciantes sólo por propia cuenta y no desde su origen en la Trinidad por medio de Cristo?

El origen trinitario del espíritu humano y su liberación por Cristo 

La constitución del ser humano en cuanto espíritu finito tiene su origen último en la Trinidad, según explica Tomás por doquier en su obra, pero de modo desconocido hasta hoy lo desarrolla en sus comentarios de las cartas a san Pablo. Este origen remonta al “designio de amor” del Padre quien nos elige de antemano para ser imagen del Señor Resucitado mediante el Espíritu Santo -Exp Ad Rom 8, 29. Lo que puede parecer un detalle insignificante, se revela para Tomás en cuanto importancia del cuerpo resucitado a todo nivel en su relación con el espíritu y el alma, y con la Iglesia Cuerpo de Cristo mediante la liberación de la persona subsistente por el Espíritu Santo.

Resulta importante que Tomás cambie la definición de “persona” de Boecio en cuanto sustancia individual de naturaleza racional, sustituyendo el término “sustancia” por “subsistencia”. Tal sustitución clarifica la misteriosa idea de “persona” a la luz del Misterio de Dios, en cuanto relación -subsistencia, lo cual resulta evidente sólo si se comprende la persona humana desde las personas divinas y no al revés. Esto significa que la persona humana tiene su origen en las relaciones subsistentes divinas a modo de como “lo conocido está en el cognoscente” y así “está el Padre en el Hijo y el Hijo en el Padre, como el Amado en el Amante”. Esto significa para el ser humano ganar plenamente su ser identidad personal y comunitaria por medio de aquella libertad que Tomás celebra en cuanto “causa sui”.

Si bien este ser “causa de sí mismo” puede ser entendido mal, el Aquinate lo comprende como liberación de la persona humana subsistente, única e inefable, por medio del Espíritu Santo. Quien es la “Gracia de Cristo” - liberación para la libertad- Gal 5,1 que se concreta, según Gal 5, 13 en “hacerse esclavo unos de otros”. Tal liberación de la persona subsistente adquiere sus formas visibles por la institucionalización en la Iglesia, gracias a la anticipación de nuestro espíritu por el Espíritu Santo.

A modo de conclusión

Recordemos que la situación dramática del ser humano en el mundo hoy, recibe una respuesta significativa, cuando Tomás de cara a su muerte, contesta al Señor quien le pregunta: “Tomás, tú has hecho tanto por mí, ¿qué quieres ahora de mí?”, “¡Sólo a Ti!”.

Si bien Sto. Tomás no es el teólogo más leído en el tiempo postconciliar, aporta, sin embargo, unas luces sorprendentes en medio de la oscuridad del mundo de hoy. Quisiera destacar algunos aspectos relevantes desde la Teología para el contexto de pandemia, que iluminan la situación del ser humano, cuya vulnerabilidad corporal reclama, de modo dramático, al espíritu, comprendido por Tomás como anticipado por el Espíritu Infinito.

 Señor quien le pregunta: “Tomás, tú has hecho tanto por mí, ¿qué quieres ahora de mí?”, “¡Sólo a Ti!”.

Hna Annuntiata, Anneliese Meis, SSpS

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