Junto con saludarles, quisiera compartir con ustedes las resonancias que la Resurrección despierta en mi corazón ante la situación que vivimos como país y como ciudadanos de este mundo.

Quisiera comenzar agradeciendo el don de la fe recibido que despierta mi mirada para ir más allá de lo inmediato y lo visible, para buscar sentido a la existencia. Para acoger y buscar cómo vivir cuidándome y cuidando a los otros ante la pandemia del virus COVID19.

Agradecer que, desde la fe en Jesús Resucitado, me siento fortalecida para vivir los procesos de dolor, de incertidumbre, de impotencia, de miedo desde la esperanza que el amor es más fuerte y vence la muerte. Me anima a hacerme cercana desde el aislamiento no buscado que vivo.

Percibo que la Resurrección de Jesús me compromete a seguir la senda del reinado de Dios proclamado por Jesús, a seguir construyendo la sociedad nueva, inclusiva, justa y compasiva que él fue desarrollando en su caminar en medio de su pueblo. Y hoy, me pregunto ¿cómo seguir acompañando a quienes padecen el aislamiento impuesto por la cuarentena sin tener lo necesario para alimentarse, para moverse dentro de su vivienda, sin contar con quien le acompañe y escuche…?

Es cierto que la Resurrección de Jesús no cancela la búsqueda, el esfuerzo, el conflicto, el dolor… que significa compartir con otros con quienes vamos en la barca y que tienen otras miradas. Entre tantas informaciones, perspectivas de cómo abordar lo que acontece, de posibilidades que surgen a nivel de protección, de propuestas de quedarse en casa, el desafío de estudiar y/o trabajar desde casa, de emprender acciones nuevas que favorecen aspectos de nuestro desarrollo como personas que estaban dormidos…, en todo ello, no estamos ni estoy exenta de conflictos, desánimos, impotencias, adicciones. Ellos se constituyen en momentos para discernir y decidir en libertad y responsabilidad por aquello que me y nos conduce a una sana convivencia familiar, comunitaria.

Así la Resurrección, es la semilla del grano de trigo que cae en tierra y muere para dar frutos. La realidad, nos desafía a dejar atrás todo aquello que descubro no me permite vivir en esperanza generando relaciones de buen vivir con quienes comparto mis tiempos, mis sueños, mis búsquedas, mis alegrías y frustraciones.

Y como no alegrarme, de que las mujeres fieles y audaces que van temprano al sepulcro, atraídas por el amor a su Señor, son sorprendidas por la Buena Noticia de que El está vivo y que han de ir a los discípulos a comunicarles que en Galilea se encontraran con Jesús. Esta alegría me anima a compartirles estas líneas, a seguir caminando con los ojos fijos en Él sosteniendo los brotes de esperanza que se dan en los pequeños gestos cotidianos de quienes me rodean. ¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!

 Hna María Salomé, SSpS