La lectura del texto bíblico Jn 11, 1-44, conocido como resurrección de Lázaro, en su relación con la Trata de Personas y el Tráfico Humano, despierta nuestra mente y sensibiliza nuestro corazón para algunos símbolos y detalles, muy particulares, presentes en la trama de la narrativa.
El contexto nos invita a referirnos a la tercera generación cristiana a finales del primer siglo. Período pos- o sub-apostólico, cuando la Ekklesia – asamblea – reunida en torno de Jesús de Nazaret busca su organización. Al lado de la así llamada “Grande Iglesia Apostólica”1, que tiende a crear una unidad eclesiológica, se organiza una comunidad en torno a un personaje anónimo, identificado como el Discípulo Amado, en los escritos joánicos. Esta comunidad minoritaria, expulsada de la Sinagoga, reúne gran variedad cultural y religiosa y tiene como eje de articulación la práctica del amor mutuo, capaz de generar nuevas comunidades de fe-vida. Nacida del lado abierto del Cordero, que dio su vida por amor hasta el fin (Jn 13, 1; 19,34), esta comunidad cree en el amor y tiene como fuente y dinámica al
propio Dios que es Amor (cf. 1 Jn 4, 7-16).
El texto se sitúa en la primera parte del Evangelio de Juan (Jn 1, 19 – 12,50). Esta, como todo el Evangelio tiene por finalidad el presentar un programa pedagógico de señales pro-vocadoras y con-vocadoras para creer “que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Jn 20,30). Se cumple así la comunión de la entrega trinitaria anunciada en Jn 3,16: “Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna”.
La señal de Lázaro representa la culminación del programa pedagógico de señales de vida y de liberación, en oposición a los mecanismos de opresión y muerte, narrados en la primera parte del Evangelio: Jn 2, 1-12 en Caná de Galilea, la madre de Jesús percibe la falta de vino en una fiesta de Casamiento, símbolo de Alianza. Esta mujer avisa a Jesús y articula los siervos, para que estén atentos y Una iluminación bíblica y su relación con la Trata de Personas y el Tráfico Humano obedientes a lo que “Él les diga”. La atención de la mujer a las necesidades concretas, la palabra de Jesús y la práctica de los sirvientes hacen que la señal acontezca. Y la carencia de vino, con toda su simbología teológica más profunda, es superada por el compartir abundante del buen vino, reconocido como el mejor por el Maestresala. Y los discípulos creyeron en Él y siguieron a Jesús, con su madre.
Jn 4, 46 – 54 Jesús, en camino, está nuevamente en Caná. Llega a Él un funcionario real, de Cafarnaúm, presentándole la carencia de salud, de vida de su “hijo”. Después de un intenso diálogo, Jesús proclama: ¡“tu hijo vive”! ¡Y creyó él y todos los de su casa!.
Jn 5, 1-18 en Jerusalén, en la puerta de las ovejas, se encuentran muchos enfermos entre ellos un paralítico hace 38 años. Jesús se quedó en la periferia, en cuanto la fiesta acontece en el centro de Jerusalén. La palabra de Jesús: “Levántate, toma tu camilla y anda”, es seguida por la obediencia y la práctica del paralítico. Así él se vuelve libre y comienza a caminar, convirtiéndose en testimonio de Jesús liberador.
La señal genera conflicto y la persecución de Jesús.
Jn 6, 1-15 Un nuevo escenario del camino de Jesús es Galilea, en el mar de Genesaret o Tiberíades. Jesús levanta los ojos y ve que el pueblo está con hambre. Todo el escenario simbólico recuerda el Éxodo. La señal de los panes, del compartir y de la travesía del mar, por Jesús, revela que un nuevo Éxodo está en marcha. El seguimiento de Jesús depende de la opción personal de su seguidor o seguidora: Creer o no creer que Él es el pan de vida. La comunidad se divide entre los que creen y siguen y los que no creen y abandonan el seguimiento (cf. Jn 6, 64-71). Y muchos discípulos regresaron atrás y no andaban más con Jesús. Frente a ese hecho, todos son confrontados a revisar su opción personal que debe ser radical y profunda, implicando rupturas. “Jesús dijo entonces a los Doce: « ¿También ustedes quieren marcharse?» Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna…». (6, 67).
Jn 9, 1-41 en el camino un ciego provoca una discusión sobre el tema “ceguera versus visión”. nivel antropológico se pasa al nivel teológico. El debate se torna judicial y el ciego que recupera la visión, cree, postrándose delante de Jesús. La consecuencia de su opción es la expulsión de la Sinagoga. Por ello en este momento de ruptura, se torna testimonio de Jesús, que es la verdadera luz en oposición a las tinieblas. La enseñanza de Jesús es clara: “Para un discernimiento he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven se vuelvan ciegos” (v. 39). Paradójicamente quien se apoya en una presunta visión es ciego, y quien es juzgado ciego, pero acepta la luz de Dios que viene a este mundo, es el que tiene la verdadera visión.
Jn 11, 1- 54 en Betania llegamos al episodio culminante del programa de las señales de Jesús. Es el único personaje en ser mencionado por el nombre: Lázaro. “Lázaro” significa “el pobre”. Aquel que confía únicamente en la ayuda de Dios. Eso lo vemos testimoniado en los salmos y en otros varios pasajes de la Sagrada Escritura. También las interlocutoras tienen nombre: Marta y María. “Marta” significa la señora, la dueña de la casa, la diaconisa y coordinadora de la comunidad.
“María” significa la amada y la que ama. La amiga. Por lo tanto, Betania, la casa de los pobres, es la auto-comprensión de la comunidad del Discípulo Amado.
El texto menciona que “María era la que ungió los pies...” (v.2). Por eso es necesario ser leído en relación con la cena posterior Jn 12, 1-11. Esta lectura paralela pone delante de nuestros ojos varios contrastes: ambiente de vida, comida y celebración en la amistad, presencia, perfume por ambiente de oscuridad, ausencia, lágrimas, muerte, mal olor. Estamos delante de un acontecimiento de ausencia de vida, caracterizado por el mal olor, por las piedras, amarras, sepultura.
Hay un reconocimiento progresivo del estado de Lázaro, amigo de Jesús, que es también representante de la comunidad de Betania: está enfermo, duerme y, en fin, tenemos la constatación proclamada por el propio Jesús: “Lázaro ha muerto” (v. 14). En efecto, al llegar, Jesús encuentra a Lázaro sepultado llevaba ya cuatro días muerto (v. 17). Delante de la sepultura, fuera, está colocada una piedra, aparentemente imposible de remover, decretando las evidencias de la muerte y el fin de la vida. Este escenario recuerda el propio proceso de muerte, sepultura y resurrección de Jesús.
¿Quién será capaz de romper este escenario fúnebre e intentar un cambio a favor de la vida? Como en las escenas de la Resurrección de Jesús, son las mujeres, que no se conforman con que la muerte tenga la última palabra. Aquí son las dos hermanas de Lázaro, amigas y amadas de Jesús. Marta toma la iniciativa de salir del espacio de muerte y oscuridad para ir en búsqueda de aquel que es vida y luz. Al encontrarlo presenta su grito por la vida, cargado de esperanza: “Señor, si hubiese estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora yo sé que Dios te concederá cuanto le pidas” (Jn 11, 2122). Grito de esperanza, seguido de una profesión pública de fe, incluso antes que acontezca la señal, delante de la revelación y pro-vocación de Jesús: “Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?” (Jn 11, 2526). La respuesta de Marta tiene en sí la misma densidad de la profesión de fe de Pedro en los evangelios sinópticos: “Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el
Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo”. (Jn 11, 27).
Marta regresó, con esa nueva luz de la fe, al recinto de oscuridad y de muerte y llama a su hermana María diciéndole al oído: “El Maestro está ahí y te llama” (v. 28). En cuanto lo oyó, se levantó inmediatamente y fue a su encuentro. Los judíos pensaron que ella iría al lugar de la muerte donde Lázaro estaba enterrado, pero María fue al lugar de la luz donde encontró al Señor Jesús, aquel que vino para dar vida en abundancia (cf. Jn 10,10). María repite el mismo gesto de su hermana Marta, al postrarse a los pies de Jesús, presentando, entre lágrimas, el mismo grito de esperanza y confianza: “Señor, si hubiese estado aquí, no habría muerto mi hermano”. (v. 32).
A partir de aquí, el relato, que parecía un tanto teórico, reflexivo sobre las causas de la muerte y los ritos de sepultura, los llantos de consolación... comienza a tornarse profundamente envolvente, emotivo y pro-activo. Cuando Jesús vio a María llorar, y también a los judíos, con ella, “se conmovió interiormente, se turbó y preguntó: «¿Dónde lo han puesto?» Le respondieron: «Señor, ven y lo verás» (v. 34). Esta invitación es de seguimiento de Jesús, para nosotros hoy (cf. Jn 1,39). Con Él somos llamadas y llamados a salir de nosotras/os mismas/os para ver donde fueron colocados los “Lázaros” de hoy.
Haciendo una hermenéutica, de este ícono bíblico, relacionada con la trata de personas, sin, por eso, forzar el texto, queremos buscar algunas luces y actitudes que pueden inspirarnos. A partir del Horizonte Inspirador de la CLAR, ya tenemos algunas reflexiones bíblicas sobre este tema en su relación con la trata de personas2. Aquí sintetizamos algunas actitudes inspiradoras y alentadoras venidas de la Palabra de Dios para nuestros compromisos en situaciones de evidencia de muerte como es el círculo vicioso de Trata de Personas y el Tráfico Humano.
1. La actitud de salir de la racionalidad de los hechos y datos e involucrarnos pro-activamente sólo sucede cuando nos dejamos tocar, herir, cuando nos conmovemos y perturbamos interiormente. Así hicieron Marta, María y Jesús (vv 3338). Para que eso acontezca, es preciso ser profundamente humanos, amar y dejarnos amar.
Y no tener miedo de testimoniar esta amistad y este amor, como hizo Jesús, en la escena bíblica. Para colocarnos en el lugar de la persona víctima de la Trata de Personas y el Tráfico Humano es necesario tener principios orientadores en favor de la vida en la certeza de que somos todas/os hermanas y hermanos. Así seremos capaces de unir nuestras voces en el grito por la vida. Y seremos incapaces de quedarnos en la indiferencia y en la acomodación ante la situación degradante de falta de respecto a la dignidad de la vida. Vida, que según la comunidad del Discípulo Amado, es “eterna” ya aquí y ahora.
2. Es el amor, la fe en el autor y donante de la vida, la amistad, la hermandad lo que nos ayuda a hacer una lectura de fe y esperanza de las situaciones que evidencian la muerte y la falta de esperanza. Llamar a Jesús significa anticiparse y prevenir para que la hermana y el hermano no mueran. En muchas situaciones de Trata de Personas y Tráfico Humano precisamos gritar hoy: “Señor, si hubiese estado aquí, no habría muerto mi hermano”. Con Marta y María recordamos esas situaciones. Y pedimos al Dios de la Vida que nos dé coraje en el compromiso preventivo, marcando presencia ahí donde la vida está amenazada por la trata de personas y el tráfico humano, una de las llagas sociales más degradantes de la vida digna. Esa es una cuestión de coherencia con el estilo de vida que abrazamos y estamos llamados a testimoniar: Vida Religiosa Consagrada.
3. Vemos en la escena bíblica, que son necesarios muchos movimientos articulados en favor de la vida, para que la liberación acontezca. Después de ver dónde el hermano muerto fue colocado, escondido, amarrado, oliendo mal, es preciso arremangarse y comenzar la acción de remover las piedras. Marta revela el miedo que tenemos de meternos en situaciones de muerte, o en el caso de la Trata de Persona y el Tráfico Humano, para no desparramar el mal olor, esto es, no nos comprometemos, considerando el caso ya perdido. En este momento, la advertencia de Jesús recuerda que la fe debe ser práctica y no apenas una proclamación
formulada teológicamente3. La remoción de la piedra es una invitación para toda la comunidad. ¿Qué piedras precisamos remover hoy? ¿De qué espacios?
4. Entrar en los espacios de Trata de Personas y el Tráfico Humano tiene como consecuencia la actitud audaz y profética de poner la propia vida en riesgo. Por eso necesitamos de una mística profunda, en la certeza de fe que, en toda misión a favor de la vida, tenemos como gran aliado al Dios de la Vida. Jesús cree en esta fuerza y luz que viene de su unidad con el Padre (v. 41-42). A partir de esta mística, la Palabra de Jesús se transformó en el grito por la vida: “¡Lázaro, sal fuera!” Y la Palabra se convirtió en acción, creación, resurrección.
5. La Palabra de Jesús, sola, no basta. La señal sólo sucede con el compromiso de la comunidad que es convidada a quitar las vendas, desatar las amarras que impiden que los pies caminen y las manos actúen. Una pregunta central es colocada al final del texto: ¿Qué significa quitar las amarras, aquello que cubre el rostro, en el caso de la Trata de Personas y el Tráfico Humano? ¿Cómo recuperar el rostro desfigurado tornándolo libre y transfigurado como fue el rostro de Jesús.
Para concluir, recordemos que la Trata de Personas y el Tráfico Humano, en sus diversas expresiones, actúa en redes y complicidades clandestinas, astutamente articuladas. El texto bíblico, que focalizamos en esta breve reflexión, confirma que el cambio y la liberación sólo acontecerán, en la medida en que también tengamos coraje de actuar en redes, en la complicidad y alianza en favor de la vida. El camino es largo, pero podemos continuar con esperanza, porque Dios mismo
camina con nosotras/os y actúa siempre en favor de la vida y de la liberación, a pesar de tantas evidencias de esclavitud y muerte. Y, a partir de la Pascua de Jesús, misterio central de nuestra fe, proclamamos, con Marta, que la última palabra no es la muerte sino la vida. Como Él y con Él, Camino, Verdad y Vida, estamos en este mundo para generar vida y vida en abundancia.
TEXTO PREPARADO POR HNA LUCIA WEILER, IDP, Revista CLAR Diciembre 2014
Notas: 1 Brown, Raymond. As Igrejas dos Apóstolos. Paulinas, São Paulo, Paulinas, 1986. 2 Oliveira, Hna. Eurides Alves de: Um grito pela vida. p 107- 115. CRB 2013. Texto de Hna. Gabriella Bottani,icm. Encuentro CLAR – Iluminación Bíblica. 3 En los escritos joánicos no aparece el sustantivo “fe”, sino siempre el verbo “creer”.