La Virgen sueña caminos, está a la espera; 
la Virgen sabe que el niño, está muy cerca. 
De Nazaret a Belén hay una senda; 
por ella van los que creen, en las promesas. 

Los que soñáis y esperáis, la buena nueva, 
abrid las puertas al Niño, que está muy cerca. 
El Señor, cerca está; él viene con la paz 
El Señor cerca está; él trae la verdad. 


En estos días del año, el pueblo espera 
que venga pronto el Mesías, a nuestra tierra. 
En la ciudad de Belén, llama a las puertas, 
pregunta en las posadas, y no hay respuesta. 

Los que soñáis y esperáis, la buena nueva, 
abrid las puertas al Niño, que está muy cerca. 
El Señor, cerca está; él viene con la paz 
El Señor cerca está; él trae la verdad. 

La tarde ya lo sospecha: está alerta. 
El sol le dice a la luna, que no se duerma. 
A la ciudad de Belén, vendrá una estrella, 
vendrá con todo el que quiera, cruzar fronteras. 

//Los que soñáis y esperáis, la buena nueva, 
abrid las puertas al Niño, que está muy cerca. 
El Señor, cerca está; él viene con la paz 
El Señor cerca está; él trae la verdad. //

 

 

 

Adviento 
es una multitud de caminos, de búsqueda y esperanza para recorrerlos a ritmo

ligero siguiendo las huellas de Abraham, nuestro padre en la fe, de Jacob,

enamorado, astuto y tenaz, de Moisés, conocedor de desiertos y guía de tu

pueblo, de Isaías, profeta y cantor de un mundo nuevo, 

de Jeremías, sensible a los signos de los tiempos, 

de Juan Bautista, el precusor humilde y consciente, 
de José, el enraizado y con la vida alterada, 

de María, creyente y embarazada, y con los ojos fijos en quien va a nacer 
en cualquier lugar y circunstancia. 

Adviento, 
en nuestra vida e historia, siempre es una aventura osada que acontece

en cualquier plaza, calle y encrucijada, o en el interior de nuestra casa, 

o en nuestras propias entrañas. 



Adviento 
es tiempo y ocasión propicia para preparar el camino: 
igualar lo escabroso, enderezar lo torcido, rebajar lo pretencioso, 

aventar el orgullo, 
rellenar los agujeros negros, despejar el horizonte, señalar las fuentes

de agua fresca, no crear nieblas ni tormentas sembrar verdad, justicia

y amor y tener el corazón con las puertas abiertas. 

Te agradecemos, Señor, la reiterada presencia del Adviento en nuestra vida e historia. 

En él, gracias a tu Espíritu y Palabra, y a nuestra humilde acogida, 
despunta una nueva aurora. 


Autor: Florentino Uribarri