“Durante estos días los medios de comunicación están transmitiendo testimonios de sabiduría humana entre gente sencilla que espontáneamente, después de haberlo perdido todo, afirman: “Lo material se recupera con esfuerzo”; “Gracias a Dios, estoy vivo”; “Esto nos iguala a todos, nos une en humanidad”; llamadas a resistir, levantarse, comenzar de nuevo. Afirmaciones espontáneas que contienen una fuerte dosis del sentido profundo de nuestra vida humana, y que estamos invitados a interiorizarlo por medio de la oración. Y nos vendría bien meditar y orar cada una de esas expresiones. En contacto directo con el sufrimiento a flor de piel, una vez más podemos experimentar que la gente sencilla, desde la experiencia del dolor, está evangelizando. Hagamos un esfuerzo por ir despertando siempre más nuestra sensibilidad para poder captar ese mensaje de la Palabra de Dios que nos llega a través de palabras, actitudes y comportamientos de personas que están sufriendo.
Ante la dimensión de la catástrofe, ciertamente no podemos quedarnos en el lamento o la compasión que quizá llega a tocarnos la piel de lo superfluo. Tampoco podemos quedarnos ensimismados mirando las grietas de nuestras propias construcciones. El desafío de quienes están sufriendo es demasiado grande para nosotros como misioneros en Chile. Un reto que nos remece para salir de nuestras tranquilidades, y no seguir analizando las flores del Principito. Se nos impone la realidad cruda de Chile, también como Palabra de Dios que nos llama a la responsabilidad, a responder al dolor y la necesidad de nuestra gente. No queremos remitir el problema simplemente a Dios centrándonos en la catástrofe natural. Ponemos en ejercicio la propia capacidad de responder a la situación de quienes sufren las peores consecuencias. El Señor, Anti-mal de amor, acompaña y sostiene nuestra aventura, y nos convoca a colaborar con Él en el trabajo del amor solidario, que asegura el sentido y alimenta la esperanza, precisamente aquello que la gente sencilla logra expresar en momentos fuertes donde la existencia se siente amenazada.
Un país destrozado urge ser reconstruido. Miles de corazones destrozados esperan la urgencia samaritana de las vendas, el vino y el aceite. Nuestras cabalgaduras misioneras llamadas a repletarse de necesitados en camino a la posada, con la mano en el bolsillo de nuestras comunidades para sanar heridas. Es hora de la generosidad solidaria en la disponibilidad de esfuerzo, tiempo, medios y personas. Dos palabras están orientando hoy nuestro quehacer misionero en Chile: unión y solidaridad.
Nos unimos al dolor de tantas familias que han perdido a sus seres queridos, que han quedado sin casa, sin enseres, el esfuerzo de años arrebatado en un par de minutos. Nuestra cercanía física y afectiva, alimentando esperanza a quienes están sufriendo. Nos unimos solidariamente a los miles de hombres y mujeres que han estado y continúan ahí, renunciando al sueño, a la tranquilidad, y hasta exponiendo la propia vida por ayudar a las víctimas. Imploramos el Espíritu de fortaleza para nuestra gente y nosotros mismos, para que puedan levantarse, y podamos levantar a Chile formando ese único corazón que hoy más que nunca late al ritmo de la solidaridad en ejercicio.
Como creyentes, también la oración solidaria nos pone en pie. Redoblemos en estos momentos la razón de ser de la plegaria en nuestras comunidades, entre nosotros mismos, para poder contar con la fuerza que nos viene de lo Alto en experiencia de sentido a lo que estamos viviendo hoy y fortaleza en la esperanza”.
Santiago, 5 de marzo de 2010
Carlos del Valle, SVD