Queridos hermanos y hermanas  de la iglesia que peregrina en Atacama:

Resulta casi contraproducente estos días recientes vividos en Chile hablar del agua y su importancia para la gente. La tragedia de destrucción y muerte que hemos vivido a nivel nacional estas últimas semanas por los terremotos y tsunamis nos hace doloroso tocar este tema. Es como abrir una dolorosa herida interior en todos nosotros.

Sin embargo hablar del agua como “derecho inalienable” tiene otro sentido y otra dimensión en la escala de lo humano. Y es lo que la celebración del “Día Mundial del Agua” quiere destacar y poner en la conciencia de la humanidad. El agua, no como fuerza incontenible y con una presencia dramática de muerte y dolor, sino como recurso fundamental para la vida humana.

Este es el mensaje que Benedicto XVI ha enviado a todo el mundo ante un hecho que va resultando cada vez más dramático: afrontar la escasez del agua, desde las diversas culturas y pueblos de la tierra en este momento que vive la población mundial


Si tuviéramos que rescatar algunos aspectos del mensaje del Papa podríamos decir que se trata de “la responsabilidad compartida” de todos nosotros por gestionar este “recurso precioso”. Este gesto de responsabilidad solidaria y fraterna hará posible que “todos puedan tener acceso al agua, y de modo especial, aquellos hombres y mujeres que en cualquier parte de la tierra “viven en condiciones de pobreza.”

El mensaje nos dice que “el derecho al agua es un imperativo moral y político en un mundo que dispone de niveles de conocimiento y de tecnologías capaces de acabar con las situaciones de escasez de agua.”

Nosotros miramos nuestro país, de modo especial la zona norte, nuestra propia región de Atacama, y tendríamos que ver con qué grado de responsabilidad social afrontamos el tema. En este Día Mundial del Agua cabe preguntarse en qué medida, tanto las nuevas autoridades del país como todos los ciudadanos de cualquier nivel social o político, asumiremos nuestra responsabilidad social, que es parte importante de nuestra conciencia ética y política.

Para terminar esta reflexión cito nuevamente unas palabras de Benedicto XVI que nos dice: “todos estamos llamados a modificar nuestra manera de vivir en un esfuerzo educativo capaz de restituir a este bien común de la humanidad el valor y el respeto que merece.”

Ojalá que en nuestras políticas públicas o privadas, en los lugares públicos o en nuestra propia casa, frente al agua, su uso y consumo, supiéramos tener en cuenta las palabras de Jesús: “ámense unos a otros como Yo los he amado”. El agua limpia, sana y abundante de cada día, nos marca también un posible y necesario camino de amor y de justicia, que es a la vez fraterno y solidario. ¿No les parece?